lunes, 19 de mayo de 2008

Sobre el deporte educativo

Sin duda, el deporte es uno de los fenómenos culturales que caracterizarán a nuestra sociedad del siglo XX-XXI. Desde su surgimiento tal y como hoy lo conocemos a pasado de ser una práctica perfectamente localizable en la Inglaterra del siglo XIX (como evolución natural de los pasatiempos de sus clases favorecidas en plena revolución industrial), a ser un fenómeno universal que ha calado de muy diversas formas en las diferentes esferas de nuestra sociedad.
Tanto es así que hay quien habla del deporte como “el medio más efectivo de comunicación en el mundo moderno, sobrepasando incluso las formas verbales y escritas para alcanzar directamente a miles de millones de personas en todo el mundo. No hay duda de que el deporte es una forma viable y legitima de establecer amistad entre naciones.”
El deporte ha ido configurándose en función de las características sociales y ha pasado de ser una práctica exclusiva de los jóvenes varones de las clases nobles inglesas, a una actividad masificada y globalizada, dando lugar al termino “Deporte para todos” como reivindicación social conseguida allá por los años 60.
Podríamos decir que hoy día el fenómeno deportivo ha calado en las diferentes esferas sociales dando lugar a diferentes manifestaciones o formas del deporte: Deporte de élite o de rendimiento (del deporte… … a la competición), deporte de ocio (del deporte… … a la recreación), deporte y salud (del deporte… … a la salud) y deporte educativo (del deporte… … a la formación).
Es por ello de vital importancia el ser capaces de discernir entre unas y otras formas del deporte. Esto nos facilitará más si cabe la difícil labor de contextualizar cada una de las manifestaciones deportivas en función de sus características y necesidades, de manera que nos proporcionará una visión y concepción más ajustada de nuestro deporte escolar, que tanta falta nos hace.
DEPORTE Y COMPETICIÓN: lo educativo del deporte.
Para aclarar ciertas dudas que se ciernen sobre el deporte en la ikastola en cuanto a su falta de competitividad o el supuesto escaso interés deportivo de esta, se hace necesario recordar cuál es la definición de deporte.
Situación motriz (y lúdica), codificada en forma de competición e institucionalizada.
Es decir una situación lúdica, donde lo motriz o corporal es el centro de la actividad (lo pertinente) y no un mero soporte. Además es una actividad reglada en forma de competición con unas instituciones (las federaciones deportivas) que lo regulan, gestionan y protegen.
Como veremos meridianamente claro, el deporte es por definición una práctica competitiva. El problema reside por tanto en ser capaces de diferenciar el carácter competitivo implícito del deporte, de su planteamiento competitivo, en el cual lo competitivo es el centro de esta, con el fin último del rendimiento, por encima de otros intereses y teniendo como referente al deporte de élite-espectáculo tan de moda y arraigado en nuestra sociedad.
Debemos ser conscientes de a que lógica responden estas visiones del deporte escolar que tienen como referente de “lo bueno”, “lo deseable”, “lo correcto”, “lo exigible” y “lo normal”, a el deporte de élite-espectáculo, que sin lugar a dudas, hierran el tiro al equiparar a este con el deporte escolar educativo. El primero es para los adultos, los espectadores, en definitiva para el espectáculo y el segundo, el escolar, es para los niños y su disfrute.
Para hablar de lo educativo del deporte debemos hacer referencia a los valores que este implícitamente transmite, pero también deberemos hablar sobre los valores que a través del deporte podemos transmitir, porque no olvidemos que no hay educación sin valores.
Es irrefutable el hecho de que el deporte transmite una serie de valores, ya sean coyunturales o propios de la sociedad en la que está inmersa o, por el contrario, preestablecidos a lo largo de las sociedades precedentes. De hecho, "el deporte refleja los valores culturales básicos del marco cultural en el que se desarrolla y por tanto actúa como ritual cultural o «transmisor de cultura.
Un deporte es educativo cuando permite el desarrollo de sus aptitudes motrices y psicomotrices, en relación con los aspectos afectivos, cognitivos y sociales de su personalidad. Es decir, se trata no sólo de una educación por conocimientos (técnica, fundamentos individuales, táctica,...)
Se trata sobre todo de una educación en aptitudes que configuren en el ámbito global de la personalidad del niño una serie de valores propios a la actividad que realizan (no coyunturales ni propios a su sociedad) y que le ayuden a formarse como persona, por encima de las creencias, ideas e ideologías en que, sin ningún género de dudas, se pueden ver inmersos.
Todo ello con el fin de vivir e integrarse en la sociedad de forma cívica y creativa. A este respecto, no sólo se fundamenta en una educación escolar sino también en una interacción y en coherencia con la familia con el objetivo de que los niños entiendan lo que significa colaborar, competir, escuchar, explicar, convencer, etc.
Y todo ello, pensamos, puede canalizarse a través del deporte, siempre y cuando cumpla con una serie de condiciones que no sólo son intrínsecos a la propia actividad sino además inherente a la actitud del profesor y del alumno, así como de otros factores exógenos implicados como los medios de comunicación, entre otros.
Sabemos que el deporte, desde un punto de vista moral, no es sólo una situación motriz que está regulada por un reglamento y que depende de una institución; es mucho más que eso. Cuando observamos a los deportistas vemos que ahí se está dando algo más que lo meramente físico, fisiológico, motor, e incluso psicológico. El deporte no implica solamente una serie de participantes, unos contra otros, corriendo detrás de un móvil; esto significaría dar a la espalda a algo tan importante como es la contextualización.
Podríamos indicar que el valor educativo del deporte y la actividad física radica, principalmente, en que a través de éstos el niño llega a construirse las nociones topológicas, espaciales, temporales y corporales por la interacción de él con los demás a través de las relaciones lógicas que establece por el uso de estrategias cognitivas y utilizándolas, a su vez, como medio de analogía para establecer su nivel de desarrollo, destreza, etc. con los que le rodean y así definir sus propias posibilidades y tomar las consecuentes decisiones para el futuro.
Valores del deporte
Hay una serie de valores implícitos en el deporte: el agonístico, el lúdico, el hedonístico y el higiénico.
Nos centraremos en el agonístico o competitivo, ya que los demás hablan por si solos y no necesitan mayor explicación.
El agonístico es un valor polémico ya que muchas veces se entiende que este valor promueve una apología por "aplastar" al contrario, y desvirtúa otros como la solidaridad, el compañerismo, la ayuda mutua, el altruismo, etc.
En parte es verdad porque en el deporte actual lo que importa es el resultado inmediato (los números) o el final (utilidades o bienes productivos), en cualquier caso, la persona, productora de estos bienes, pasa desapercibida. Y ello debido a que el deporte que nos llega a nosotros desde pequeño (por los medios de comunicación, por los entrenadores que tenemos desde los equipos de las categorías bases, etc.) está explotado por una serie de intereses económicos que hacen que se pierda el disfrute por el mero hecho de participar.
Por otro lado, no cabe la menor duda de que practicamos deporte por su valor competitivo; es precisamente su comportamiento agonístico lo que nos atrae del mismo. De hecho, competir es una conducta humana que, por sí misma, no debe ser considerada como buena o mala, es el uso y orientación de la misma, la que le puede dar uno u otro carácter, lo que implica que es totalmente apropiado enseñar a competir; siempre como un medio para conseguir auto superarnos, de mejora con respecto a nosotros mismos y nunca violando los derechos de los demás en beneficio propio.
Además de estos cuatro valores universales del deporte, caben destacar también las actitudes (actitudes que se convierten en normas y normas que se convierten en valores) que las diferentes situaciones deportivas activan en sus participantes. En el caso del futbol o el baloncesto por ejemplo, por sus características estructurales en forma de cooperación-oposición, activan o potencian procesos como la lectura de compañeros y adversarios, la exaltación de la victoria y del fracaso, las anticipaciones, las estrategias y tomas de decisiones, la inteligencia motriz, etc. Esto dará lugar a conductas motrices tales como la agresividad, la competitividad, la inteligencia, la creatividad, la improvisación, el sacrificio personal, la tolerancia, la competitividad, etc.
En toda labor pedagógico-deportiva, será imprescindible ser conscientes de todos estos aspectos para poder canalizar o eliminar lo que no nos interese.
EL DEPORTE EN KIRIKIÑO IKASTOLA
En cuanto a Kirikiño decir que el PDC (Proyecto deportivo de centro) surgió como una necesidad de aunar criterios a la hora de desarrollar la labor pedagógico-deportiva de manera que todos podamos tener claro cuál es nuestra meta común.
A la hora de elaborarlo, el referente fundamental fue el Proyecto Educativo de Centro o PEC de la ikastola, es decir, el "ideario" del centro y su marco general de funcionamiento.
De esta manera, se evidenció que el modelo deportivo que mejor se ajustaba a nuestro centro era el modelo educativo. Modelo este que apuesta por la deportividad, la coeducación, la participación en igualdad de oportunidades etc.
Cuando hablamos participación en igualdad de oportunidades significa que todos juegan lo mismo y en cualquier situación, sea fácil o difícil. Todos y cada uno de ellos debería asumir la responsabilidad de sacar adelante al equipo para bien o para mal, ¿o es que acaso queremos mandarles el mensaje de que los que no son “los buenos” del equipo solo deben jugar cuando vayamos ganando?
Es proyecto deportivo ha iniciado su andadura en un contexto que evoluciona hacia un deporte escolar educativo, pero que a la vez también es tozudo y resistente al cambio, gracias a las influencias del deporte de rendimiento que se erige en representante y principal referente de nuestro deporte. Es por eso por lo que se necesita de la fuerza y apoyo de todos para que el cambio tan necesario sea una realidad.

¿NIÑOS O ADULTOS EN MINIATURA?
Una de las cosas que todos los que somos parte del deporte escolar debemos tener claro es que el niño no es un adulto en miniatura. Esto puede parecer sencillo y evidente, pero la realidad del día a día nos muestra que no se asume.
Debemos tener en cuenta que un niño tiene problemas para desarrollar su actividad con destreza a diferentes niveles:
• A nivel perceptivo: porque tiene dificultades a la hora de percibir donde están los compañeros y sus adversarios a demás del balón.
• A nivel cognitivo: a la hora de procesar su propia información. Ni que decir entonces de la que venga de las gradas, y más si es contradictoria o entra en conflicto con la de s entrenador.
• A nivel motriz: su sistema nervioso todavía está por desarrollar y ello conlleva dificultades de coordinación de propiocepción, etc. que se reducen en dificultades a la hora de mover su cuerpo y manejar objetos (el balón) la hora ejecutar
• A nivel afectivo: a nivel de seguridad en si mismos, a la hora de asumir responsabilidades, etc. la importancia que su entorno le dé al ganar o al perder, o la tensión que se transmita en los partidos entre otros muchos factores, pueden influir de forma negativa en su desarrollo emocional y esto se traslada al terreno de juego.
Tenemos que entender que no todo lo que pasa en un partido es de vital importancia, en el sentido de que se ganara o se perderá, que se hará mejor o peor, que se harán más o menos errores, etc. Todo esto es parte del proceso de aprendizaje por el cual los niños tienen que pasar, y a la hora de corregirlo en todo caso no tendrá sentido que agobiemos a los niños con frase como: “pero no ves” “corre”, “haz”, “no hagas”, “tira”, “pasa”.
La primera razón es porque el jugador no va a ser capaz de procesar lo que les digamos, porque bastante y más que suficiente tendrán controlar el balón, ver donde están sus compañeros y adversarios y decidir qué y cuándo hacerlo. Y de cualquier manera lo que nos interesa es tener jugadores inteligentes, activos y con iniciativa. Siendo así, si en todo momento les decimos que, cuando y como tienen que hacer, ¿Cómo pretendemos conseguirlo?, ¿No será mejor dejarles pensar, dejarles decidir, equivocarse o acertar?
La segunda razón será que debemos respetar lo que el entrenador le diga y decida. Tiene algún sentido que los niños le comenten al entrenador cosas como: “¡es que no sé quien me dice que haga no se qué!
Es el entrenador el que mejor sabe lo que los niños pueden necesitar en ese momento y como transmitírselo. Debemos tener en cuenta que todos los comentarios que podamos hacer, o todas las opiniones que podamos verter sobre su labor serán estériles, ya que fuera del contexto de los entrenamientos, objetivos, metodología, etc. que él ha planteado no tienen sentido. Sin esos datos, no se puede juzgar un proceso educativo-deportivo. Ante esta situación tan habitual nos hacemos las siguientes preguntas:
• ¿Debemos corregir y corregir, cuando no criticar, a nuestros jugadores durante el partido?
• ¿O debemos animarles, y dejar que sea el entrenador quien les dirija y corrija, ya que él sabe cuáles son las necesidades de su equipo y jugadores?
• ¿Se pueden hacer derivadas sin saber sumar, restar multiplicar o dividir? ¿Podemos exigir a un niño de 5º de primaria por ejemplo a hacer una integral?¿Acaso no lo estamos haciendo cuando en un partido les exigimos que hagan bien las cosas, que estén bien colocados, que se desmarque, que observen a sus compañeros, etc.?
Por alguna razón la didáctica deportiva establece diferentes fases o etapas de enseñanza, donde en cada una de ellas se incide en diferentes aspectos, trabajando con diferentes objetivos. Objetivos estos que, como no podía ser de otra manera, responden a las características y necesidades de los niños en las niñas tienen en las diferentes edades.
REFLEXIÓN FINAL
Muchos son los valores que podemos atribuir al deporte, y muchos los que podemos potenciar con su práctica. De entre ellos, todos, o casi todos estamos de acuerdo en transmitir: solidaridad, fraternidad, participación, cooperación, respeto a los demás, ayuda mutua, no discriminación ni estereotipificación de actitudes, socialización, comunicación e interacción positiva entre los pueblos, nobleza, valentía, perseverancia, altruismo,...
El problema reside en que educar en estos valores supone formar personas honestas consigo mismas y con los demás, abiertas a nuevas experiencias pero sin anteponer sus propios intereses en detrimento de los demás, considerándose el respeto a la libertad de expresión y a la igualdad de oportunidades como algunos de los derechos más fundamentales de las personas.
Sin embargo, no hay quien no piense que ello implicaría una educación para el fracaso; tal y como piensan estas personas, el mundo funciona por una serie de intereses económicos y políticos que trascienden de la educación y que se basan en una amalgama de valores totalmente contrarios a los aquí defendidos como son la lucha por ser el mejor, la competitividad (en el sentido negativo), la individualidad,... Y sería un completo error ignorar esto; pensar que el mundo no funcione así sería cerrar los ojos a una realidad que nos compete (y mucho más a nosotros) afrontarla. Y es precisamente por el triste hecho de existir esta realidad, por lo que pensamos que se hace totalmente inefable el que se eduque en aquellos valores a los que tanto hemos aludido.
Creemos (y debemos) educar a través de la práctica deportiva, cuando menos, en estos valores por todo lo que hasta aquí hemos proclamado. Pensar que todo esfuerzo va a ser inútil supone aceptar la derrota sin haber peleado; es nuestro deber cambiar, en la medida de lo que se pueda (y en lo que esté al alcance de nuestra mano), esta sociedad que nos ha tocado vivir y con la que, paradójicamente, tanto nos identificamos.
Debemos ser conscientes a demás de que la transferencia de los valores educativos en el deporte no se hace espontánea.
Preguntas que cada uno deberá responder:
• ¿Buscamos deportistas de élite para el consumo del espectáculo adulto?
• ¿Respetamos a los jugadores y actuamos por el bien de todos ellos con comentarios como estos?:
o “Eres el mejor de los malillos del equipo”
o “Es tu culpa que vayamos perdiendo, porque no te quieres poner de porteo”
o “Tiene que sacar a los buenos, sino no vamos a ganar”. “Luego cuando vayamos ganando ya sacara a los malos”
• ¿Debemos pensar a corto plazo y preocuparnos por lo que suceda en cada partido y en la clasificación con una visión resultadista?
• ¿o apostamos de verdad por un deporte que fomente la actividad física, que ayude en el desarrollo motriz y personal, y que nos permita colaborar en el desarrollo integral de la persona en igualdad de oportunidades?
Será mejor que aceptemos esta forma de deporte para la ikastola, para que de esta forma podamos desarrollar en común y en colaboración la difícil e importante tarea de educar a través del deporte a nuestros pequeños deportistas.
No olvidemos que “tanto en el presente como en el pasado nuestro ideal pedagógico es, hasta sus menores detalles obra de la sociedad”, y como parte de la sociedad que somos debemos compartir el mismo proyecto para el bien de todos nuestros alumnos.
“Busquemos formarlos como seres humanos y no como máquinas elaboradoras de movimientos estereotipados o reproducciones sin sentido en donde la espontaneidad, la creatividad, la libre expresión son un tenue reflejo de ese gran valor que es la condición humana. Creemos que se debe "educar en sentido amplio, educar para que los alumnos y alumnas se conviertan en ciudadanos capaces de alcanzar un sentido de realización personal"